¿ESPERANDO AL PRÍNCIPE AZUL?

Es verdad que el amor romántico está en horas bajas. Pero eso no impide que dejemos de soñar con él. Puede que en este mundo tan acelerado, la inmediatez y la rapidez se hayan impuesto. Incluso en las relaciones afectivas. Encuentros relámpago, relaciones sucesivas y novios o novias que dejan de serlo con la misma celeridad con que les atribuimos ese devaluado título ¿Álguin puede creer a estas alturas en un príncipe azul o en su equivalente femenino?

Si eres fotógrafo de bodas en Asturias puedes sentirte tentado a pensar que lo has visto todo. Y que poco merece la pena. Aunque, afortunadamente, no es así.

¿nos casamos engañados?

Para muchos de sus detractores, el amor romántico, no es más que un mito. Una elaborada entelequia, reconstruida por las películas americanas a partir de una larga tradición literaria que reinterpretaría viejos pastiches y clichés decimonónicos. Y que hundiría sus raíces  mucho más allá en el huidizo arquetipo del amor cortés, cantado por los trovadores provenzales allá por la baja Edad Media. Una filfa, vaya. Del cuento del caballero de brillante armadura, habríamos pasado al chico conoce a chica de Hollywood, casi sin darnos cuenta. Y todo, sin apenas conexión con la realidad, dicen.

Aunque siempre cabría argumentar que el tema amoroso y lo sentimental han estado presentes desde el inicio de los tiempos en toda la literatura. Desde El Cantar de los Cantares, pasando por la Epopeya de Gilgamesh, hasta la Ilíada o la Odisea. Ahí es nada.

¿qué papel juega el amor en una boda?

Ahora bien, prescindiendo de los múltiples estudios antropológicos y químicos acerca de endorfinas, feromonas y cosas parecidas, hay algo que puede decirse. La gente se sigue casando por amor. Esa es, al menos, mi conclusión. Después de asistir a tantos enlaces, banquetes y ceremonias, este fotógrafo de bodas en Asturias tiene que rendirse a la evidencia. Los novios que van a casarse suelen quererse. Casi siempre, claro. Y es que, el matrimonio ya sea en su forma civil o religiosa, mantiene intacto buena parte de su glamour, con independencia de todas las creencias. Y pese al pragmatismo que impregna nuestra época.

Aquí están las pruebas. Podrían ser ejemplos de cómo conseguir algunas buenas fotos de tu príncipe azul.

Boda en verano

príncipe y princesa. el don de saber elegir

Es cierto que para muchos el príncipe azul no existe. Y la princesa hace mucho que vive emancipada. Pero eso precisamente ha conseguido que las nuevas parejas de novios se construyan sobre bases más sólidas. La aceptación mutua creo que es el secreto. Los novios ya no esperan ver en quien tienen enfrente un reflejo de ningún arquetipo evanescente. Las expectativas de una perfección imposible ya no suelen cegar ni a los adolescentes. Por muy enamorados que estén. Superando las barreras con las que intentamos encubrir nuestros defectos en las primeras citas, la realidad se acaba imponiendo.

Pero el atractivo subsiste. Las personalidades se llaman. El magnetismo, no sólo sensual, sino aquel que subyace a niveles más profundos, continúa ahí. En la base de todo. Con fecha de caducidad, quizás. Pero sin dejar de ser el cimiento sobre el que se erigen las relaciones duraderas. Creedme, he visto esa llama demasiadas veces como para dudar de ella. En muchos de los reportajes de bodas, el brillo en las miradas habla por sí solo. Esa complementariedad que el fotógrafo nupcial busca obsesivamente en sus sesiones. Y no siempre logra captar. O a veces, sí.

Si alguna vez os encontráis en el caso, mi consejo es que las mejores fotos de tu príncipe azul o de su equivalente femenino, os las haga alguien que esté dispuesto a creer. Aunque sea por un segundo.

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